Quiero empezar la existencia de este blog con un hombre insoslayable en mi memoria, Sandro Paulo Baylón Capcha, o simplemente Sandro¸ para el fatigado recuerdo del hincha de Alianza Lima.
Corría 1997 y en el plantel de Alianza nuevos nombres se inscribían en plantel principal. El técnico colombiano Jorge Luis Pinto había llegado con la promesa de entregar un título a La Victoria tras 18 años de angustia. No obstante, otros hombres pisarían por primera vez el césped el estadio de Matute: un importante grupo de juveniles entre los que se encontraba un larguirucho moreno, era Baylón.
Para mí no era un jugador suficientemente importante. Por ese tiempo guardaba una reservada admiración por Waldir Sáenz, Juan Jayo y Francisco Pizarro. Pasó rápido ese ’97 que fue probablemente el primer campeonato en el que seguí atentamente a Alianza, partido a partido, gol a gol en el pequeño televisor negro marca Phillips del que mi viejo se deshizo hace poco inexplicablemente. En aquella campaña fue que empecé a leer fervorosamente mis primeros diarios deportivos. Alianza conseguiría el campeonato para el jolgorio de todos sus seguidores, y en el festejo triunfal luego de la goleada 5-0 que la blanquiazul le endosara al Atlético Torino en Talara, uno de los que más saltaba pese haber participado en apenas algunos minutos durante la campaña era Sandro.
La oportunidad le llegaría al año siguiente con la Copa Libertadores. Sandro fue titular en todos los partidos y ya demostraba sus virtudes pese a ser debutante. El equipo de Pinto alcanzó la clasificación a segunda fase en un complicado grupo junto a Sporting Cristal, que integraban también los argentinos River Plate y Colón de Santa Fé, un ‘Cienciano’ del fútbol argentino por esas épocas. Nos topamos con Peñarol y la historia se acabó. Victoria en Matute por 1-0 con gol de Miguel Asprillo, primo del ‘Tino’ y derrota 2-1 en Montevideo. Cuando los uruguayos parecían ganarlo a cabezazo puro, apareció nuevamente el cafetero para descontar con una memorable corrida y definición. Ya tendrá su recordación el moreno delantero amante de las chalacas y gestor de enfervorizadas celebraciones en esa Libertadores que transmitía Canal 4 con la canción de moda en ese 1998, ‘El Africano’ de King Africa.
Lo grato de aquella Copa, pese a la eliminación en aquella tanda de penales donde el único que pareció no ‘arrugar’ fue el ‘Charapa’ Salazar, fue el puesto ganado por Baylón en la última línea. Era un jugador de la casa y terminó tapándoles la boca a quienes desconfiaban de sus dotes. Es que a inicios de año había sonado como gran refuerzo un defensor -que no recuerdo si era paraguayo o argentino- Castro.
La campaña en el torneo local de ese 1998 fue mala, se le dio licencias suficientes a la ‘U’ para que ganase sin problemas el Apertura y se perdió el Clausura en una definición frente a Sporting Cristal, donde Alianza perdió rapidamente a Roberto Silva por una dura entrada de un rival, que ocasionaría que el por entonces promisorio atacante sea llevado en ambulancia. Al año siguiente firmaría por Cristal, cosas del fútbol que le dicen. Definitivamente lo mejor de ese ’98 fue el 3-0 a la ‘U’ en el propio Nacional, el destape de Claudio Pizarro, que junto a Silva formarían la dupla Si-Pi que brilló en la Merconorte y el asentamiento de Baylón. Para entonces Sandro ya no era uno más, era el ‘3’ que me hacía ver tranquilo los partidos de Alianza porque desde atrás daba seguridad y cuando se iba al ataque usualmente anotaba.
En 1999 sería parte de la columna vertebral de uno de los mejores Alianzas que vi. Ese equipo recibía un gol y devolvía siete, una joya. Era tan demoledor adelante que la defensa era tarea poca trabajada, cosa que se sufría mucho en partidos como los clásicos. ¡Pero como iba Sandro!, a los tiros de esquina, a los tiros libres, a los contragolpes. Un puntero disfrazado de defensa. Ya para entonces se calzaba la inmortal ‘19’.
Con el ‘Mudo’ -como lo habían bautizado sus compañeros de Alianza por su poca predisposición a conversar- Alianza hizo un Apertura sensacional que no ganó por, entre otras circunstancias -como no ganar los clásicos, por ejemplo-, la ida al Werder Bremen de Claudio Pizarro. Fue justamente en el partido en que Pizarro se despedía de La Victoria que Sandro fue figura descollante e inmortalizó su celebración con las manos juntas en señal de rezo. Recuerdo que para ese partido nos reunimos varias de las familias de mi primer colegio en un almuerzo. El ‘Loco’ Del Mar y sus uniformes huachafísimos pero simpáticos, El ‘Charapa’ aplicado por izquerda, Walter Reyes y sus corridas increíbles para un gordito como él, Tressor Moreno y sus piques infernales, Pizarro y su eficacia las armas de ese Alianza que Baylón parecía comandar desde el fondo.
Pelota que manda Reyes, pivoteo de Pizarro y volea de Sandro, 2-1 en un partido que Cristal había complicado en Matute, celebración para la foto histórica. Algarabía mía con un par de amigos míos del cole también grones. Ya les ganamos a los pavos, sólo faltan las gallinas, me dijo, tan sonriente como yo, la mamá –aliancista también- de uno de ellos. Y así fue, le ganamos a los cremas en un clásico inolvidable para mi retina: 2-3 con dos penales anotados por Waldir a Ibáñez, quien se había convertido en su bestia negra. Ganamos ese Clausura con Sandro celebrando una copa por segunda vez en su vida. El resto fue historia triste. 3-0 en la ida de los Play-Off con error de Baylón que propició el 2-0, provocado tal vez por la desesperación de querer igualar. En Matute se ganó 1-0 pero no sirvió, ni siquiera la lucha del ‘Mudo’ en área contraria valió esa vez para evitar la derrota. Sandro se lamentaba y yo también viéndolo desde el mismo televisor que lo vio festejar dos años atrás.
Una mención aparte merece la Merconorte de ese año. Alianza logró una destaca participación de la mano de Edgar Ospina, quien había reemplazado momentáneamente a Pinto. Sin embargo, el partido más recordable fue ese 2-0 de Alianza sobre América de Cali en La Victoria. Un bisoño Miguel Llanos con un zapatazo y San Sandro con un testazo forzaron la tanda de penales. Y es que se había perdido por 3-1 en Cali con descuento de Chiquinho, me lo dijo mamá y recuerdo haberlo confirmado mientras RPP sonaba en el taxi de vuelta a casa tras una visita a los abuelos.
Lo digno de rememorar es que fue el choque de vuelta fue el primero que viví con tanta euforia junto al abuelo. Extrañamente nunca había ido al estadio por razones varias y nos sentíamos en pleno Matute sentados en los viejos sillones de la casa. Nunca un momento más emotivo que ese. Nunca una decepción tan grande. Se nos fueron las semifinales porque Waldir erró en la tanda de penales.
No había sido un año malo desde lo futbolístico ni para mí ni para Sandro. Yo había vivido una temporada intensa con los partidos de la selección en la Copa América, la campaña sobresaliente de Alianza y los primeros goles de Pizarro en Alemania. El había recibido la capitanía de la Sub-23 que se preparaba para el Sudamericano de Brasil y un llamado al seleccionado de mayores era inminente; encima, el Werder Bremen ya casi estaba por cerrar su fichaje.
Pero no todas las historias -en copioso desenlace de cuento infantil, como en realidad es éste- tienen un final feliz. Era el día de las celebraciones por el Año Nuevo, por el nuevo milenio y mis viejos y yo nos habíamos ido a casa de una tía para pasarlas. Ahí empezaría el fin.
Era casi el mediodía de ese 01 de enero de 2000, yo estaba en casa tonteando con algunos regalos de Navidad hasta que sonó el teléfono, era uno de mis tíos maternos: Bruno, ¿has visto?, ha muerto Baylón. No podría ser tan melosamente sentimental este post, no miento, apenas contesté algo que no recuerdo y prendí por instinto la radio. Era cierto, Sandro se había ido, viejo, pero cómo. No lo imaginaba, no se me ocurría como pudo haber fallecido. Era increíble porque una tenía dentro una amalgama de sensaciones, lo creía y a la vez no, me resistía a aceptarlo. No prendí el televisor, no quería ver, no quería creer,tenía que ser una broma de mal gusto.
Salí a jugar a la calle, tenía puesta la camiseta de la selección del colegio, era la ‘19’. Putamadre, Sandro está bien. Un imbécil se burló, era de la ‘U’, otro lo acalló. Me fui al mercado a ver los diarios, ninguno decía nada. Las señoras comentaban que había sido de madrugada, en Magdalena, cerca de la playa se había estrellado. En la tarde mi viejo me llevó a comprar naipes para jugar, me decía apenado que Sandro estaba a punto de irse a Alemania, ya lo sabía pero no quise recordárselo como siempre a los niños les gusta mostrar que lo saben todo, no. No Sandro, no te vayas, si te quedas el otro año hacemos un equipazo y si te llaman a las selección llegamos al Mundial segurito. Unos tipos pasaron cantando: Sandro no se va y yo no lo podía creer todavía, no quería. En la tele ya no hablaban de su muerte, era un día feriado y solo pasaban una película repetida. Esa noche me acordé de ti Sandro, gracias. Me aposté en mi ventana de mi cuarto nuevo y miré el cielo negro que para mí pintaba azul marino y te vi, recibiendo de Pizarro y clavándosela de derecha a Ferro. No nos ganan esos pavos, Sandrito, vamos a campeonar.